15 de març del 2022

A propósito de la vigencia de los arquetipos femeninos de la mitología clásica

 Vid. Les dones i els dies


MI DECÁLOGO

1. En la antigua Grecia, las mujeres estaban bajo la autoridad de los hombres y no tenían ni voz ni voto. Consideraban que no podían valerse por sí mismas, así que su labor quedaba relegada al hogar. Por ello, si exprimimos la mitología griega al máximo y tratamos de analizarla, nos damos cuenta de que muchas de las metáforas que usaron tienen un trasfondo que pone en evidencia la sociedad patriarcal del momento.

2. A las mujeres siempre se las ha determinado como las causantes del mal en la tierra y los mitos, de alguna manera, transmiten que no debemos fiarnos de sus actos. En el Cristianismo o el Judaísmo, por poner dos ejemplos, la responsable de ‘el pecado original’, que acarreó el apartamiento definitivo de la humanidad del paraíso fue Eva, una mujer, por desobedecer a Dios e ingerir el fruto prohibido. En la mitología griega, más de lo mismo. Pandora, la primera mujer, no hizo caso a la orden de Zeus y decidió abrir la caja. Muy a su pesar, en su interior había todos los males que padecemos, los cuales no tardaron en esparcirse por todo el mundo. Por suerte, se percató de lo que había hecho y cerró la caja de inmediato, consiguiendo retener la esperanza. 

3. Tal y como nos muestra la historia de Helena, la joven más bella de Grecia, las mujeres siempre han estado sujetas a cánones de belleza y a unos estereotipos muy marcados, fijados por los hombres. En la Grecia clásica, su deber era casarse y garantizar la descendencia. Mayoritariamente, contraían matrimonio mucho antes de cumplir la mayoría de edad y ni siquiera tenían potestad para decidir a su marido.

4. El mito de Eco refleja que las féminas nunca han podido expresarse y dar su opinión, debido a que se consideraba que su voz solo podía ser usada para manifestar dolor o placer. Ante este veto, no les quedó más remedio que repetir lo que los hombres decían, sin poder tener criterio propio. Hoy en día, siguen siendo silenciadas, aunque en menor medida. Solo hace falta fijarse en los máximos dirigentes de las grandes potencias del mundo. Prácticamente todos los altos cargos están ocupados por hombres, a pesar de que ellas tienen la misma o más capacidad que nosotros para ejercer estos puestos. 

5. Cualquier timbre de voz distinto al estándar masculino es visto, todavía a día de hoy, como algo inadecuado, como si la sonoridad fuese más importante que el propio discurso. Como consecuencia, muchas de las mujeres que se dedican a la política deciden ir al logopeda para bajar varios tonos su voz y, de esta forma, capacitarla para la vida pública.

6. A pesar de que las mujeres tenían la función de brindar a sus hijos la mejor educación posible, en la Grecia antigua el miembro imprescindible y más relevante de la familia era el padre, hasta el punto de que un niño sin el referente de su progenitor perdía gran parte de sus derechos.  

7. Hasta la actualidad, el deber de las mujeres ha sido procrear y ser unas madres ejemplares y excelentes. De hecho, hay mujeres a las que no les queda más remedio que tener hijos, aunque no lo deseen, por la presión social. En efecto, si una madre hace daño a su descendiente, es sometida a un gran juicio mediático y se considera que ha actuado de la peor manera. Por contra, si lo hace un hombre, el suceso pasa mucho más desapercibido y no se le da tanta importancia. 

8. Desde la Grecia clásica, y todavía hoy en numerosos países en vías de desarrollo, los padres escogen el marido para sus hijas unilateralmente y es la joven la que tiene que ir a vivir a la casa de su marido. 

9. En la mitología no se habla explícitamente de violaciones, pero desde una perspectiva actual, lo que tampoco es aconsejable por un motivo historicista, los muchos raptos que se llevan a cabo pueden ser considerados como tal. Un ejemplo es el de Perséfone, que fue raptada por Hades y trasladada al inframundo. Por desgracia, es un tema que sigue estando presente en la sociedad y que no hemos podido erradicar. 

10. Por último, hay ciertas acciones que son consideradas como propias de las mujeres todavía en nuestros días y los mitos nos muestran lo poco que hemos cambiado. Coser, por ejemplo, siempre ha sido visto como una actividad femenina, debido a que tiene que ver con las labores domésticas. No es casualidad que Penélope, para distraer a sus pretendientes con la esperanza de que algún día Ulises volviese de nuevo al palacio de Ítaca, cosiera y descosiera el vestido fúnebre de su suegro. Las flores también son consideradas un símbolo mujeril. En Sant Jordi las mujeres solían recibir una rosa, mientras que los hombres, un libro. Tampoco es fruto del azar que Perséfone, antes de ser raptada por Hades, estuviera recogiendo flores en el campo junto con varias ninfas.

MI OPINIÓN

Las mujeres siempre han estado sometidas a los hombres en todos los aspectos. Por desgracia, la misoginia ha sido una actitud muy extendida en la mayoría de civilizaciones a lo largo de la historia y la creencia de que su única función es la de procrear y ocuparse de las tareas domésticas sigue vigente en la mente anacrónica de muchos energúmenos. La Grecia antigua fue un ejemplo en muchos aspectos y dejó un legado que perdura en la actualidad. No obstante, tal y como nos muestran los mitos, los hombres predominaban y ejercían su autoridad sobre las mujeres, lo cual siempre será una pequeña mancha en la espléndida huella que dejaron. Me pregunto: Una sociedad que logró desarrollar un alfabeto propio, la arquitectura, las matemáticas, la filosofía… ¿Qué hubiera sucedido si las mujeres también hubieran podido participar? Quizá estaríamos viviendo en Marte, o podríamos teletransportarnos.

Pandora es uno de los personajes más célebres de la mitología griega, porque fue la primera mortal en existir. A ella se le atribuyen todos los males que los humanos sufrimos y padecemos, pero también es gracias a ella que tenemos esperanza en que entre muchas otras cosas, las desigualdades entre hombre y mujer dejen de existir para siempre. Su historia, de alguna manera, refleja una realidad que todavía perdura, como es que algunos varones consideran que no hay que depositarles confianza, porque “siempre te la acaban liando”. En muchas relaciones amorosas, la pasión se convierte en posesión. Los maridos revisan constantemente el teléfono a sus esposas y controlan estrictamente sus vidas cuando están fuera de casa, como si se tratara de la relación entre una madre y un hijo, lo cual es revelador.

Los humanos estamos sujetos a unos hilos, los estereotipos, que nos mueven como títeres. Parece que todos estemos obligados a seguir unas modas para evitar ser menospreciados. Sin duda, el sector que más sufre este hecho son las mujeres, de nuevo. Helena de Esparta representa los cánones de belleza del momento, una mujer rubia y deslumbrante. Solo hace falta darse cuenta del éxito de las cirugías estéticas en los últimos años, o de que la mayoría de mujeres lucen pendientes u otros ornamentos, mientras que la mayoría de hombres no nos molestamos siquiera en maquillarnos para mejorar nuestra apariencia. Por otro lado, hay actividades que parece que solo podamos realizar los hombres, y viceversa. Penélope, cosiendo el vestido fúnebre de Laertes para despistar a sus pretendientes o Persèfone, cogiendo flores del campo, nos enseñan algunos de estos estándares.

Retomando el personaje de Helena de Esparta, la mujer más bella de Grecia, creo que es significativo el hecho de que su encanto fuera el casus belli de la Guerra de Troya. Por ejemplo, hay hombres que tocan el trasero de alguna chica sin consentimiento y lo justifican diciendo cosas como que “con esa ropa, se lo ha buscado”, es decir, culpando a la mujer para minimizar las consecuencias de sus actos. Aunque parezca surrealista, son cosas que siguen pasando y que ocurren con más frecuencia de la que nos imaginamos, según el testimonio de muchas de mis amigas, que han tenido que pasar por situaciones parecidas. El mito de Medusa es aún más significativo. Poseidón violó a Medusa en el templo de Atenea y esta última, para vengarse, en vez de atacar al dios de los mares, tomó cartas en el asunto contra la Gorgona; hizo que todo aquel que la mirara se transformara en una piedra y pobló su cabeza de serpientes.

Además, siempre se ha puesto en duda su capacidad intelectual y se las ha apartado del desarrollo cultural. Todos hemos oído alguna vez lo de “calladita estás más guapa”, o algo parecido. El mito de Eco lo escenifica a la perfección, ya que tuvo que pagar los platos rotos de las infidelidades de Zeus y Hera, la castigó obligándola a repetir la última palabra de la persona con la que mantenía la conversación. Hoy en día, después de muchos años de lucha, las mujeres, salvo demasiadas excepciones aún, ya tienen voz propia y potestad para decidir, pero hasta no hace tanto, no existía el sufragio universal y por tanto, no podían decidir sobre las cuestiones de estado. La política, sin embargo, una profesión en la que es necesario ser elocuente para persuadir a los votantes, sigue siendo cosa de hombres y en el periodismo o el derecho ocurre lo mismo. De hecho, las mujeres que quieren optar a altos cargos, hacen cursos de logopedia para masculinizar sus voces y evitar ser excluidas, como en el caso de Hillary Clinton o de Margaret Thatcher y, aún así, lo tienen verdaderamente complicado. Afortunadamente, en el S. XXI, las mujeres ya pueden expresarse libremente en los países del primer mundo y, por ejemplo, nos sorprendería que un niño hiciera callar a su madre, como hizo Telémaco con Penélope, o que un marido hiciera lo propio con su esposa, pero sigue habiendo mucho camino por recorrer.

Por último, el mito de Medea, a la que todos conocemos como una bruja malvada capaz de matar a sus propios hijos para vengarse de su marido, da pie a hablar de otro asunto muy presente en nuestros días. Normalmente, que una mujer asesine o participe en un acto delictivo nos parece mucho más anormal que si lo hace un hombre y aunque la ley no hace distinciones por sexo, la opinión pública, sí. Las féminas que delinquen son criticadas brutalmente, mientras que los hombres suelen irse de rositas. La emisión radiofónica habla sobre el ‘caso Asunta’, por el que una pareja fue condenada a 18 años de prisión por el asesinato de su hija. La mujer fue la que llevó a cabo el crimen estremecedor y su esposo, quién lo organizó todo. Sin embargo, el clamor popular puso el foco en la mujer y de su prometido prácticamente ni se habló.

Afortunadamente, como mínimo en los países de Occidente, hombres y mujeres ya gozan de los mismos derechos y privilegios, aunque, como he comentado, permanecen ciertos rasgos machistas que debemos tratar de erradicar, y aprender a comprender los mitos nos puede ayudar mucho a ello. Por este motivo, todos tenemos que remar hacia una misma dirección, eso sí, sin llevarlo al extremo. El movimiento feminista actual tiende a exagerar ciertas cosas y por este motivo, no comparto plenamente sus reivindicaciones. El pasado ocho de marzo, en las manifestaciones, oí y vi ciertos comentarios con los que no me sentí identificado. Por ejemplo, no creo que sea oportuno englobar a todos los hombres dentro de un mismo saco. “Los hombres matan más que el Coronavirus y no hablamos de pandemia” o “si no luchamos juntas nos matan”, fueron algunos de los mensajes más recurrentes. Yo soy hombre y nunca se me pasaría por la cabeza hacer daño a alguien, sea hombre o mujer, por lo que no me gusta que se me trate de asesino o violador, como es lógico. Por otro lado, discrepo de que haya ciertos sectores laborales que se empeñen en tener el mismo número de trabajadores de sexo masculino y femenino. Creo que se debe contratar al mejor preparado, sin tener en cuenta otros factores, personas en definitiva. En las pruebas físicas para llegar a ser bombero, la exigencia es muy distinta según seas de un género u otro, lo cual no tiene ningún sentido porque a la hora de salvar una vida, todo profesional tiene que poder asumir cualquier reto que se le proponga con la mayor rapidez posible. 

Por otra parte, otro de los debates es el de la brecha salarial, sobre todo en el deporte. Está claro que, hasta no hace mucho, las mujeres sufrían discriminaciones laborales evidentes. En pleno auge del movimiento obrero, por ejemplo, las mujeres eran “esclavas de un esclavo”, porque tenían que trabajar tanto en casa como en la fábrica y recibían una remuneración mucho menor que la de los hombres. Hoy en día, no obstante, el estatuto del trabajador dice, textualmente, que “la empresa está obligada a pagar el mismo salario, tanto en salario base como por complementos salariales por el desempeño de un mismo trabajo o por un trabajo de igual valor, sin discriminación alguna por razón de sexo”, por lo que si sabemos de alguna empresa que no lo cumpla (yo no conozco ninguna), tenemos derecho a denunciarla, y no conozco a ningún manifestante que lo haya hecho. El deporte es un caso aparte, porque cada uno gana lo que genera. A veces, escucho a gente opinar sobre este tema que no ha visto un partido de fútbol femenino en su vida y que no saben concretar si Alexia Putellas, la flamante balón de oro, es tenista, científica o futbolista. Por la misma regla de tres, Leo Messi y Luis Suárez, por poner dos ejemplos, deberían cobrar lo mismo, porque entrenan las mismas horas y tienen la misma función sobre el terreno de juego, ¿no?. También las mujeres cobran más en el modelaje y no le damos tantas vueltas. 

Todo esto son hechos, como también lo son que sigue existiendo un techo de cristal que impide a las mujeres acceder a puestos de trabajo relevantes, o que en el momento de pedir una reducción de la jornada para cuidar a los hijos, normalmente las mujeres son las que lo hacen, porque como he repetido en más de una ocasión, sigue habiendo camino por recorrer, por lo que antes de salir a manifestarnos, debemos informarnos y fijar unas pautas para que todos nos sintamos identificados y podamos apoyar a una causa común indispensable, como es que se eliminen de una vez por todas las discriminaciones injustificadas a las mujeres y vivamos en un mundo igualitario, porque nuestras diferencias son complementarias y juntarlas es fundamental para construir un mundo mejor.

Así pues, muchos de los arquetipos femeninos de la mitología griega siguen existiendo, aunque cada vez en menor medida. Conocer los mitos y la sociedad patriarcal de la época puede ayudarnos a hacer una comparación con la actualidad y a acabar definitivamente con estas distinciones incomprensibles.

(Este escrito está basado en los países del primer mundo. En los países subdesarrollados siguen habiendo discriminaciones mucho más graves e incomprensibles)                                

                                                                          LOS ARQUETIPOS

Dánae: Hija del argivo Acrisio y Eurídice, fue encerrada en una cámara subterránea por su padre porque recibió un oráculo en el que se anunciaba que el hijo de Dánae lo mataría. Sin embargo, la princesa se quedó embarazada, según cuenta el mito, puesto que Zeus, metamorfoseado en una lluvia de oro, entró en la habitación y tuvo relaciones sexuales con la joven. Su padre, ante esto, decidió lanzarla a ella y al recién nacido, Perseo, al mar. Por obra de Zeus, llegaron sanos y salvos a la isla de Sérifos, donde los recogió Dictis. Años después, ambos regresaron a Argos y en una competición deportiva en la que Perseo participó, el padre de Dánae falleció como consecuencia de un lanzamiento de disco desviado del hijo de su hija, que lo golpeó brutalmente. 


Ariadna: Princesa de Creta, hija de Pasífae y Minos. Cuenta la historia que ayudó a Teseo a matar al Minotauro, una de las criaturas más feroces de la mitología, mediante un ovillo de hilos de oro, para que no se perdiera en el laberinto que Minos había construído exclusivamente para retener al monstruo y evitar que causara estragos.


Pandora: Fue la primera mortal en la mitología griega, modelada por Hefesto por orden directa de Zeus, como venganza a Prometeo, que había robado el fuego de los dioses para proporcionárselo a la humanidad. Zeus le entregó una caja para que se la llevara a Epimeteo, con la condición de que no debía abrirla bajo ningún concepto. Sin embargo, no pudo contener la tentación de conocer cuál era su contenido y desobedeció al dios de los dioses. Acto seguido, todos los males que la humanidad sufrimos se esparcieron por todo el mundo. Cuando se dio cuenta de lo que había sucedido, la cerró lo más rápido que pudo, consiguiendo retener la esperanza en su interior.

Helena de Esparta: Hija de Zeus y de Leda, fue la mujer más bella de toda Grecia. Tras el conocido juicio de Paris, en el que Afrodita recibió la manzana de la discordia, fue raptada por este, para indignación del rey de Esparta, Menelao, que era su esposo. Este acontecimiento desencadenó la Guerra de Troya.

Afrodita: Es la diosa del amor, la belleza y la sexualidad. De hecho, recibió la manzana de la discordia, el regalo envenenado que se disputó con Atenea y Hera, tras convencer al pastor Paris con que si la escogía a ella, podría casarse con la mujer más bella de Grecia: Helena de Esparta. Sus animales representativos son el delfín y la paloma y sus atributos, una manzana o una concha.

Amazonas: Fueron una raza de mujeres guerreras, caracterizadas por su orgullo desmedido, que vivían en la ciudad de Temiscira. Según Homero, eran “iguales a los hombres”, porque participaban en las guerras y cazaban, dos actividades asociadas a los varones, pero no pudieron hacer nada en batalla ante Hércules, Belerofonte y Teseo, tres héroes griegos de gran envergadura. 


Penélope: Hija de Peribea e Icario, fue la esposa del héroe Ulises. Representa la fidelidad, debido a que estuvo veinte años esperando el regreso de su marido a palacio, teniendo que soportar a cien pretendientes que querían conquistarla. Para despistarlos, les decía que cuando acabara de coser el vestido fúnebre de su suegro Laertes se decantaría por alguno de ellos. Ese momento nunca llegó porque durante la noche se dedicaba a deshacer lo que había cosido durante el día, hasta que por fin volvió el héroe itacense.

Circe: Hija de Perseis y Helios, tenía la capacidad de transformar en animales a cualquiera que la ofendiera. Vivía en la isla de Ea y, según cuenta el mito, convirtió en cerdos a toda la expedición de Ulises, salvo al héroe y a Euríloco, que fue quién advirtió a Ulises de lo acontecido. El rey de Ítaca usó su astucia y añadió una planta a la poción de Circe, por lo que el hechizo no surtió efecto y, posteriormente, la obligó a devolver su forma original a sus acompañantes.


Eco: Fue una ninfa de los bosques, cuya mayor virtud fue su oratoria. Con su voz era capaz de enamorar a cualquier ser. Un día que Zeus jugaba con otras ninfas, Eco se encargó de distraer a Hera para que no se percatara del engaño, aunque muy a su pesar, no pudo evitarlo. La esposa de Zeus, indignada, la castigó haciendo que solo pudiera repetir las últimas palabras de la persona con la que hablaba. Según la historia, se enamoró de Narciso, pero no podía confesarle lo que sentía por él. Un día, con ayuda de unos animales, pudo declarar su amor, pero Narciso se burló de ella, cometiendo un acto de ‘hybris’. Desde aquel entonces vive en una cueva, desolada por el rechazo, repitiendo lo que otros dicen.


Medusa: Fue la única mortal de las hermanas Gorgonas. Poseidón la violó en el templo consagrado a Atenea y esta última, como venganza a lo que consideró una ofensa, decidió castigarla; transformó su cabello en serpientes e hizo que todo aquel que la mirara se convirtiese en piedra. Perseo halló su cabeza y la usó como un arma letal, para petrificar a todos sus oponentes.

                                       

Eurídice: Ninfa de Tracia, se casó con Orfeo, aunque poco después falleció como consecuencia de la picadura de una serpiente. Orfeo, tremendamente desolado por la pérdida, decidió hacer una catábasis al inframundo para tratar de negociar con Hades que su esposa pudiera regresar al mundo de los mortales. Finalmente, Hades aceptó con la condición de que durante la anábasis no debía girarse para observar el rostro de Eurídice. Orfeo no pudo contener la tentación y se volteó, por lo que su amada regresó de nuevo al Hades.


Hera: Hija de Cronos y Rea, es una de las tres esposas que tuvo el mayor dios del Olimpo: Zeus. Es diosa del cielo y del matrimonio y sus atributos característicos son la granada y la manzana.

Medea: Hija de Aeta e Idia, fue víctima de una infidelidad de su marido Jasón, que con tal de conseguir el poder de Corinto, decidió casarse con la hija del gobernador de la ciudad: Clauca. Furiosa, Medea decidió vengarse y, movida por los celos, mató a sus dos hijos para que el dolor de Jasón fuese aún mayor.

Perséfone: Hija de Zeus y Demeter, fue raptada por su tío Hades, el dios del inframundo, mientras cogía flores en un campo cercano al Etna, en Sicilia. Demeter, desesperada ante la desaparición de su hija, empezó a buscarla tristemente, por lo que la tierra se volvió estéril. Ante esto, Zeus tuvo que negociar con su hermano la vuelta de Perséfone al mundo de los vivos, pero esto ya no era posible porque había ingerido unos granos de granada que la vinculaban definitivamente con el inframundo. La solución que encontraron fue que durante medio año permanecería junto a Hades y los meses restantes volvería junto a su madre. 


                                                                              MI ARQUETIPO

Uno de mis personajes favoritos es Eco, porque creo que de su historia podemos extraer muchas conclusiones. Primeramente, representa a las mujeres que a lo largo de la historia no se han podido expresar libremente y que no han podido hacer valer sus capacidades intelectuales, por ser algo asociado a los hombres. Eco fue castigada por Hera, sobre todo por el hecho de que tenía miedo de que con su voz seductora y su habilidad con la palabra pudiese enamorar a su propio marido Zeus y a partir de aquel momento, sólo puede repetir la última sílaba de lo que otros dicen. Uno de los pocos motivos que se me ocurren por los que los hombres no dejaban que las féminas pudieran participar en estas actividades era el miedo a que el sistema patriarcal se fuese al limbo, porque eran conscientes del verdadero poder de las mujeres y querían evitar que saliera a la luz. Según mi punto de vista, dicho silenciamiento es algo paradójico e incomprensible. 

Si tenemos en cuenta que las mujeres siempre han tenido el deber de educar a los hijos, gran parte de la ‘culpa’ de que grandes eruditos como Sócrates, Tales de Mileto o el mismo Pitágoras tuvieran el éxito que tuvieron fue de la primera piedra de la construcción, sus madres, la figura más importante en la formación de un niño. Además, creo que su amor fallido con Narciso también es significativo, debido a que pone en evidencia la soberbia de determinadas personas en el amor. Hay gente que se cree superior a cualquier otro ser por el mero hecho de ser más atractiva y que juegan con los sentimientos de los demás como si no fuera algo verdaderamente delicado. Considero que todos tenemos que tener potestad para decidir a nuestra pareja, aunque siempre desde el respeto. El acto de ‘hybris’ de Narciso culmina con su fallecimiento, pero no siempre es así y, con demasiada frecuencia, el que sale peor parado es el que ha sido menospreciado y humillado.  

Josep Lozano Martín - Grec I